Último día del año, ese día en el que la mayoría de la gente hace balance de lo acontecido en su vida en los últimos 365 días, como si hubiera una barrera invisible, un tope a partir del cual todo acaba y automáticamente vuelve a comenzar, renacido, renovado, bajo el manto de la esperanza que todo cambio será para mejor….
Yo no tenía tiempo para eso,
estaba en mi trabajo abrumada de temas abiertos, asuntos pendientes, mensajes
por contestar…y de algún modo, quizá por la fecha de la que se trataba, tenía
la necesidad de poner orden en todo aquello, de cerrar alguna cosa, de
establecer por lo menos un esquema de situación con el que enfrentarme al nuevo
año.
En ello estaba cuando me di
cuenta que ya sólo quedaba yo en toda la oficina.
Aún era mediodía, pero en
cierto modo hoy era un día de esos con licencia para acortar jornada, para
terminarla a la hora del almuerzo…Ni siquiera había sido consciente de ello, pero
aún así me volví a sumergir entre mis documentos, mis papeles, mis proyectos…
Una voz que pronunciaba mi
nombre me sacó de mi concentración laboral, levanté la vista y vi un repartidor
de mensajería. Tras unos instantes de confusión, me identifiqué como la persona
a la que buscaba. Me entregó un paquete, firmé y se marchó.
Y allí estaba yo, sola, mirando
aquel paquete naranja y blanco, con una sensación de desconcierto.
Comencé a desenvolver el
paquete, era un libro.
Un libro perfectamente
encuadernado con pastas verdes de imitación a piel. No ponía ningún título, ni
autor…
Mi desconcierto aumentó cuando
comencé a ojearlo, estaba en blanco…
Por un momento pensé que se
trataba de una broma, intenté buscar el remitente, pero no encontré nada entre
los restos del envoltorio, así que lo dejé a un lado y continué trabajando.
De repente, algo me hizo frenar
en seco, me detuve por unos instantes para posteriormente comenzar a cerrar mi
ordenador, mi cuaderno de notas…
Amontoné en un lateral todos
los papeles que se esparcían por mi mesa y cuando tuve todo despejado, tomé de
nuevo aquél libro entre mis manos y lo deposité con cuidado frente a mi.
Mis manos comenzaron a pasar
las páginas en blanco, ya no las controlaba yo, me había convertido en una mera
espectadora de algo que no acertaba a comprender…
Entonces, algo sucedió que
hizo que lo comprendiera todo y súbitamente mis ojos se llenaron de lágrimas.
Estaba allí, en la última
página, en el centro, escrita a mano, una sola palabra: Forever
Sabía lo que significaba todo
aquello, era un regalo, un gran regalo de alguien que …
Ahora me tocaba a mi escribir
la historia, tal y como yo quisiera que
sucediera, tal y como yo la imaginara, tal y como quisiera soñarla…
Y sólo eso y nada más que eso
bastaría para que sucediera.
Repetí en voz alta: Forever
Abrí el cajón, cogí mi pluma,
mi preferida, y comencé a escribir,
empecé por la fecha: 31/12/2012…