"Moriré una vez y otra, y sabré que es inagotable la vida" (Rabindranath Tagore)

viernes, 30 de noviembre de 2012

Un sueño llamado Dubai



Era un día del año 2001, un día invernal, gris y monótono.

Estaba sentada frente a mi ordenador, en mi puesto de trabajo de aquella época.

Recibí un e-mail de un amigo, Juanlu, que contenía un fichero adjunto.
En el asunto, decía algo así como “Nuestro próximo destino de vacaciones”

Entonces abrí el archivo, era un power point en el que se sucedían una serie de fotografías de un hotel muy lujoso con forma de vela, que parecía surgir del mar, situado en un lugar llamado Dubai.

Dejé por unos instantes todo lo que estaba haciendo, y comencé a soñar con cada una de las fotografías del hotel y de Dubai que se desplegaban ante mi atónita mirada.


Y mientras el invierno arreciaba fuera y golpeaba con intensidad mi aburrida  tarde de trabajo, yo comenzaba a escapar de allí hacia aquel lugar impresionante y cálido, con el único transporte de mi imaginación y sin parar de preguntarme si alguna vez podría llegar a conocerlo todo aquello de verdad.

Pese a que, por aquel entonces  esa posibilidad se me antojaba como algo imposible, en el fondo de mi corazón tenía una sensación indescriptible de que alguna vez conseguiría ver aquel paisaje con mis propios ojos.

Supongo que, de algún modo en aquél momento y sin ser consciente de ello conseguí visualizar aquella idea, de forma que el universo comenzó a mover sus engranajes y…
Han pasado varios años desde entonces, y muchos, muchísimos días de invierno bastantes más duros que aquél.
 
Acaba de sonar mi móvil en este mismo instante....

Me confirman el horario de nuestro vuelo de mañana 1 de diciembre de 2012 con destino… Dubai.


lunes, 26 de noviembre de 2012

Dulce Noviembre



Una emotiva película para finalizar un mes “dulce”
A veces, no podemos decidir sobre nuestro destino, pero si sobre el recuerdo que dejamos antes de marcharnos…
A veces, la huella que grabamos basta para pisar al olvido, para perpetuarnos tal y como queremos más allá del tiempo.
A veces, la realidad supera a la ficción…


Algunas de las mejores frases de la película:


 
"¿Te gustaría ser mi Noviembre?"



“Tengo una vida. Y llegaré tarde a ella.”
 

“Ya renuncié a todos mis esfuerzos por controlar la vida, la tuya o la mía. Vivo para una sola cosa. Para quererte. Para hacerte feliz. Para vivir firme y dichosamente el momento.”



“- Ama a la vida más que ninguna otra persona que he conocido. ¿Cómo se puede rendir? - ¿Oíste algo de lo que te dije? No sé está rindiendo. Está aprovechando al máximo el tiempo que le queda. No interfieras con eso.”


“- Si te vas ahora, lo que tuvimos será perfecto para siempre. - Sara, la vida no es perfecta.”


“Lo único que tenemos es cómo te vas a acordar de mí. Y necesito que ese recuerdo sea fuerte y hermoso. ¿No te das cuenta? Si sé que me vas a recordar así, puedo enfrentar lo que sea. Lo que sea. Dios mío, Nelson, tú eres mi inmortalidad.”

martes, 20 de noviembre de 2012

Una tarde de otoño

Escuché el rugido del motor en la puerta, me esperabas y nos fuimos en cuanto salí...

Era sábado, apenas comenzaba la tarde.

La carretera se abría y serpenteaba ante nosotros, yo podía sentir la velocidad, el aire que me envolvía y me traspasaba suavemente.
Me sentía etérea, ligera, como si pudiera volar…

Comencé a observar todo cuanto tenía a mi alrededor y tuve la sensación de que ante mi se abría un mundo mágico. 
Estábamos rodeados de montañas que surgían ante nosotros jalonadas de árboles de multitud de colores, como si de un tapiz gigante se tratara.
Una inmensa gama de tonalidades verdes, ocres , marrones y rojizas se mostraban ante mis ojos de un modo que jamás creí haber visto antes, y poco a poco, un enorme sentimiento de fascinación se apoderaba de mi.
El gris del cielo hacía resaltar aún más el paisaje, lo tornaba brillante, sutil, como si todo flotara…
Tenía la impresión de formar parte de un cuadro de Monet, de una composición de trazos coloristas, de pinceladas sistemáticas, irregulares…

Entonces, extendiste tu brazo y, como si me hubieras leído la mente, señalaste hacia los montes, hacia los valles en los que convergían sus pendientes, y levantaste el pulgar como un signo de complicidad.



Me sentí en una armonía sin igual con todo lo que me rodeaba y respiré profundo, sintiendo el aire que llenaba mis pulmones y  las ganas de vivir que corrían por mis venas.

Llegamos a la playa de la Concha.

El mar tenía una tonalidad entre verdosa y turquesa que, de nuevo, tampoco creía haber visto hasta entonces en el mar Cantábrico.
“Eso es porque está nublado” – me dijiste - 
“Hoy el mar le ha robado el color al cielo” – y sonreíste de un modo encantador.

Nos descalzamos y paseamos por la orilla, el agua estaba fresca, pero no tanto como era de esperar para un mes de noviembre.
Entre risas y bromas nos salpicamos mutuamente.

Después, extendimos las cazadoras sobre la arena y nos tumbamos a mirar el cielo, mientras escuchábamos el murmullo del mar, de las olas rompiendo en la arena…
Comenzamos a imaginar formas en las nubes, a observar el vuelo de las gaviotas y,  de vez en cuando, rompíamos la calma idílica que nos rodeaba con alguna que otra carcajada.


La tarde fue trascurriendo así, plácida y apacible. 
La luz se fue apagando poco a poco y tanto el cielo como el mar se tornaron oscuros.

Entendimos que había llegado el momento de retirarse. 
Abandonamos la playa y caminamos por las estrechas callejuelas del corazón de la ciudad.
No nos iríamos sin antes disfrutar de una deliciosa brocheta de gamba que tanto nos gustaba.
“Pan del camino” -dijiste-,  y yo sonreí. 
Nos acordamos de la última vez que estuvimos allí, con la pandilla, todos juntos, cómo disfrutamos aquel día….

Ya de vuelta a casa, comenzó a llover.
Las gotas de lluvia impactaban sobre la pantalla de mi casco, y el mundo parecía comenzar a desdibujarse al otro lado.
Agarrada a tu cintura, reclinándome sobre tu espalda, apenas acertaba a distinguir en tu cazadora el gracioso logo de ojillos triangulares de Dainese

En aquel momento, tuve la imperiosa necesidad de sentir la lluvia en la cara, así que levanté la pantalla del casco, miré al cielo y empecé a notar las frías gotitas de agua clavándose en mi rostro y resbalando sobre mi piel. Me sentí feliz



Tanto tiempo soñando con el sur, no me había permitido apreciar la belleza del norte.



Acababa de descubrir el otoño en toda su plenitud, su magia se había apoderado de mi, y.... fue entonces, cuando dejé de echar de menos a la primavera.
 




martes, 13 de noviembre de 2012

Microcuento

El sol se enamoró de la lluvia,
y la lluvia del sol,
una tarde sus labios se rozaron
y surgió el arcoiris.














¿Que es un microcuento?

Es esencia de literatura en frasco pequeño, gotas de intensa fragancia que perfuman nuestra piel y a veces nos empapan el alma con un aroma imposible de olvidar.




jueves, 8 de noviembre de 2012

Quizás...

Quizás sólo buscaba una historia de amor,
una historia de amor, de las de leyenda,
de las de cuento,
de las que no se buscan, de las que brotan calladas
como un susurro al viento,
de las que se prenden en el alma
y desafían al tiempo.

Quizás solo quería vivir una historia,
de esas que no le ocurren a la gente,
lejos de lo común,
fuera de lo corriente,
de las que no vence el olvido
de las que no temen a la muerte
ni dan nada por perdido.

Quizás sólo anhelaba una historia
que hiciera realidad un sueño,
una historia encantadora,
mas digna de una Cleopatra
que de una pobre infeliz soñadora,
con la vida empapada de lluvia,
y la ventana abierta a la memoria.

Quizás sólo pretendía escapar,
escapar por la ventana y volar,
de la mano de un Peter Pan soñado,
esculpido con el paso de los años,
con un cincel  de recuerdos,
de tardes de verano,
con sabor dulce a caramelo.

Quizás solo quise ser Wendy,
triunfo de un infantil sentimiento,
Y jugando con el tiempo y con las olas del mar,
Surcar el cielo inmenso
y llegar al país de Nunca Jamás,
donde se cumplen los sueños
donde la historia vuelve a empezar.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Mario

Se fue Mario...

Estas letras están dedicadas a Mario y a todas esas personas que nos va arrebatando la vida, demasiado pronto, demasiado injustamente.

No conocí a Mario todo lo que me hubiera gustado, pero si lo suficiente como para darme cuenta de que era una persona buena.

Mario era un brote de humanidad en la jungla de la ciencia, la cara amable de la técnica, de las fórmulas matemáticas, de los teoremas...

En un mundo pragmático, científico, en ese mundo complejo de la ingeniería, en el que parece que no está permitido ni siquiera un atisbo de sensibilidad, Mario era una isla en medio de un mar embravecido, un oasis en el desierto.

Su carácter tranquilo, amigable y comprensivo nos hacía la vida un poco más sencilla a aquellos que, como yo, parecíamos haber aterrizado sin saber muy bien por qué en un mundo que no era el nuestro, que nos sobrepasaba hasta dar la sensación de quedarnos grande, de empequeñecernos.
Inteligente y con talento, no era de los que se subían a un pedestal como si de dioses del Olimpo se tratara.
Todo lo contrario, lejos de abrumarte con su brillante trayectoria profesional, transmitía cercanía, sencillez, empatía.

Como alumna tuya pude aprender mucho acerca de sistemas de radiocomunicación, de radioenlaces, de antenas…
Lo cierto es que a día de hoy apenas me acuerdo.
Lo que si te puedo asegurar Mario, es que en mi memoria guardo de ti un recuerdo imborrable como persona, y eso me ayuda a intentar transmitir al mundo lo mejor de mi misma.
Y creo que no existe sistema de telecomunicación alguno capaz de algo así.

Hasta siempre…