Hay momentos que son imposibles de plasmar en un papel, ni siquiera
transmitirlos con palabras más allá de la emoción que pueda mostrar la mirada,
la voz quebrándose al hablar, el corazón acelerando el ritmo…y la combinación
de nostalgia y felicidad a partes iguales por la fortuna de haberlos vivido.
No tengo la capacidad de expresar a través de estas letras la inmensidad
del carrusel de emociones que giraba en mi interior contemplando aquel
inolvidable atardecer sobre las aguas del Nilo.
Por eso, tan sólo puedo decir que aquel día cálido de julio decidimos pasar
la tarde a bordo de una faluca, embarcación típica egipcia desde tiempos
ancestrales, para contemplar desde allí la puesta de sol. No teníamos
expectativas más allá de una nueva perspectiva de los cautivadores atardeceres
que sólo es capaz de ofrecer la Tierra de los faraones. Al principio, la falta
de viento y la inmovilidad de la embarcación, sembró dudas sobre la viabilidad
de nuestro propósito.
Paradas en medio del Nilo, divisábamos el Winter Palace en la orilla, resaltando su fachada amarilla sobre los edificios colindantes. Esperábamos la motora que nos remolcara, manera artificial de generar el viento que necesitan las velas de las embarcaciones sin motor para deslizarse por el río. No faltaron las risas en ese rato, aún más cuando llegó la motora con su sonido estridente y comenzó a tirar de la faluca con una cuerda. Toda esperanza de disfrutar de momentos bucólicos se desvaneció, mientras contemplábamos divertidas aquella situación tan inesperada a la par que frustrante. Los palmerales que jalonaban el río a nuestro paso evidenciaban que no se movía una sola hoja, así que sin perder el sentido del humor comenzamos a bromear.
“Don’t worry, don’t worry” - nos decía Mahdy, el “capitán”, mientras
sostenía el timón.
Luxor ya se perdía en la distancia cuando la motora se detuvo, el
tripulante de la motora soltó la cuerda y la faluca comenzó a navegar por sí
sola tímidamente.
Se hizo el silencio.
El sol comenzaba a ponerse entre los cañaverales, surcados por pequeñas embarcaciones de velas blancas, las aguas se debatían entre tonalidades doradas y plateadas, las palmeras recortaban un cielo cada vez más anaranjado. Y la suave brisa del Nilo comenzó a soplar, empujando la embarcación y el corazón de sus pasajeras hacia momentos sublimes.
A partir de aquí, comienza la leyenda personal, íntima, infinita,
inabarcable como las propias aguas del Nilo.
Paradas en medio del Nilo, divisábamos el Winter Palace en la orilla, resaltando su fachada amarilla sobre los edificios colindantes. Esperábamos la motora que nos remolcara, manera artificial de generar el viento que necesitan las velas de las embarcaciones sin motor para deslizarse por el río. No faltaron las risas en ese rato, aún más cuando llegó la motora con su sonido estridente y comenzó a tirar de la faluca con una cuerda. Toda esperanza de disfrutar de momentos bucólicos se desvaneció, mientras contemplábamos divertidas aquella situación tan inesperada a la par que frustrante. Los palmerales que jalonaban el río a nuestro paso evidenciaban que no se movía una sola hoja, así que sin perder el sentido del humor comenzamos a bromear.
El sol comenzaba a ponerse entre los cañaverales, surcados por pequeñas embarcaciones de velas blancas, las aguas se debatían entre tonalidades doradas y plateadas, las palmeras recortaban un cielo cada vez más anaranjado. Y la suave brisa del Nilo comenzó a soplar, empujando la embarcación y el corazón de sus pasajeras hacia momentos sublimes.
"Después de superar todos los obstáculos, ya tienes tu conquista, es tu
sueño, has luchado, has superado las dificultades, ahora es tu leyenda
personal, disfrútala." Paulo Coelho