Alborozo en el cielo,
surcan el azul diáfano libres
entre reflejos de otoño
y destellos de luz que languidece.
Vuelan sobre paisajes tostados
y ciudades tristes
que se adormecen
al arrullo de susurros de hojas secas.
Perfilan con su aleteo,
las rosáceas tonalidades del alba
y la malva neblina del atardecer etéreo,
mágico pincel, saeta liviana.
Algarabía en el aire,
los ojos se alzan risueños.
El alma nómada, cautiva del invierno
escapa en pos de su vuelo.
Un instante, tan solo eso,
los brazos son alas y el corazón deseo.
Un instante, solo eso
en el que el mundo sombrío sonríe travieso.
Intento seguirlas, pero no puedo,
mirada empañada, sutil parpadeo,
se desdibuja su imagen,
se difumina a lo lejos.
Y se diluye su júbilo,
en el eco del silencio
mientras el horizonte infinito
recibe su estío eterno.
Tristeza callada,
vacío inmenso.
Cálido sur, tierras templadas,
sueños alados al viento.