"Moriré una vez y otra, y sabré que es inagotable la vida" (Rabindranath Tagore)

domingo, 21 de diciembre de 2014

El primer día del invierno

Era un apacible atardecer de invierno, un ocaso de esos en los que las siluetas de los montes, de los tejados, de los árboles...recortan un cielo azul marino que lucha por albergar en el horizonte el último atisbo de luz.

Bajo aquel cielo nítido, sereno, aterciopelado...encontré la señal más hermosa que puede enviar el Universo en el primer día de invierno: una preciosa rosa había nacido de las ramas taladas de los rosales que habitan mi jardín, de esas ramas desnudas y frágiles tras soportar las inclemencias del otoño: la furia del viento, la lluvia implacable, la escarcha del alba...

Ese retal de vida en mitad de un paisaje marchito, ese trocito de primavera en los albores del invierno me hizo comprender la verdadera magia del Universo: la vida siempre se abre paso para irrumpir del modo más inesperado, llenando de luz y color los rincones más oscuros del alma.


Aquella rosa de increíble belleza contenía en sí misma la esencia de la vida y entonces entendí que todo es posible, si tú quieres...


viernes, 21 de noviembre de 2014

Remembranza de piedra y agua



Apuraba mis últimas horas en Sevilla…y me sentía como Cenicienta en el baile.

No tenía zapatos de cristal, ni carroza, pero sí el aroma a azahar en el alma, y un billete de autobús de línea que partiría a medianoche hacía un cielo gris ceniza.

– No puedo dejar que te marches sin enseñarte un lugar muy especial – me dijiste sonriendo, con cierto halo de tristeza en tu mirada.

Me costaba creer que aún hubiera un rincón en la ciudad más maravilloso que todos los que habíamos visto ya.

Tiraste alegremente de mí y nos sumergimos de nuevo en el corazón de la ciudad, hasta toparnos con la orilla del Guadalquivir.

Caminamos junto al río, al llegar a la Torre del Oro, te detuviste y cogiéndome de la mano, me arrastraste suavemente hacia la escalera de piedra que la rodea.

– ¿Es aquí? – pensé incrédula, mirando a mi alrededor sin acertar a comprender que tenía de especial este lugar…

Te sentaste último peldaño, yo hice lo mismo, y entonces comenzaste a hablar:
– Existe una antigua leyenda que cuenta que el río se enamoró perdidamente de esta torre y ante la imposibilidad de poder siquiera tocarla, se conformaba con albergar cada día su reflejo entre sus aguas…

Tus labios se inundaron de silencio y yo me quedé sin palabras.

Una torre de oro se diluía en un río de plata formado destellos de bronce que flotaban en la aterciopelada brisa de aquella cálida tarde de septiembre.

Entonces me miraste…y te miré…y surgió la magia.

El mundo se desvaneció a nuestro alrededor y sólo nos quedamos tú y yo, sentados en aquel escalón de piedra, junto a la torre de oro y al río de plata.



miércoles, 26 de marzo de 2014

¿Sabes?



¿Sabes? Hoy es primavera, y está nevando sobre los almendros, sobre los campos verdes, sobre los jardines plagados de flores…

¿Sabes? Estoy sola mirando desde mi ventana como caen los copos blancos, entre la noche oscura, lentos, calmados, melancólicos…

¿Sabes? Estoy muy triste, como los campos, como los almendros, como los jardines, como las flores…todos ocultos bajo un manto blanco, como los copos que siguen cayendo silentes, en la noche callada, temblando...

¿Sabes? Estoy soñando que irrumpes de repente en mitad del silencio, de la quietud, de la calma y me coges de la mano y me sacas a la calle, a bailar entre cortinas de lunares blancos…

¿Sabes? Y bailamos y bailamos…, bajo serpentinas blancas, bajo confetis helados…y en la nieve inmaculada se dibujan nuestros pasos, sempiternos, infinitos, añorados... 

¿Sabes? Y la calma se despierta y en el silencio florece el eco de tu risa y la mía...
inundando la noche sigilosa cubierta de algodón y fantasía...

¿Sabes? Y entonces deseamos que todo sea blanco, la primavera, la noche, las flores, los campos, el pasado…

¿Sabes? Hoy es primavera, y tú no estás…y está nevando.